Cuando nos dirigimos a Roma movidos por la fe, para visitar la sede de San Pedro, nos denominamos “romeros”. Dante Alighieri (1265-1321) en su obra Vita Nuova establece una diferenciación entre el palmero, que se dirigía a Tierra Santa (regresaba con una palma); el romero, que lo hacía a Roma, y el peregrino, que marchaba a Santiago de Compostela. Dante no concede al término peregrino la connotación que le damos nosotros actualmente. También se conoce al peregrinos que se dirige a Santiago como “conchero”, y al que llega a Santo Toribio de Liébana como “crucero”.
